El reloj marcaba las cinco de la tarde. Héctor se encontraba en uno de los baños de la residencia donde vivía. Al observar las dos líneas en la prueba de embarazo, puso cara de sorpresa. La volvió a colocar en el bote de basura y salió del cuarto.

Una hora más tarde, Fernando se situaba en el automóvil de su madre. Antes de encenderlo, miró el interior de su cartera. Acto seguido, descendió del vehículo y entró de nuevo a la casa.

Subió hasta llegar a la habitación de su hermana, donde no vio a nadie. Siguió su camino con dirección a otro de los cuartos. Al entrar, observó a su padre situado sobre la cama, rodeado de sangre. Al acercarse, se percató de que no tenía signos vitales.

El inspector López arribó al lugar y comenzó a interrogar a los presentes.

-Estaba tomando una siesta y mi hermano Fernando me despertó para decirme lo que pasaba. Rápidamente, fui a la habitación de mi padre y corroboré la trágica noticia -dijo Victoria.

-Me preparaba para asistir a una fiesta. Antes de irme, fui a pedirle dinero a mi padre. Al entrar, lo encontré acostado en su cama, rodeado de sangre -dijo Fernando.

-Me situaba en la cocina, preparando la cena. Comencé a escuchar gritos, por lo que fui a ver qué pasaba. Era el joven Fernando, quien iba camino a la sala de estar. Estando ahí, me comentó lo de su padre -dijo Lorena, la cocinera de la mansión.

-Yo estaba en el jardín, regando los helechos que acababan de florecer. Cuando terminé, ingresé a la residencia y Lorena me contó lo que había pasado -dijo Beatriz, la jardinera de la mansión.

-Durante la tarde, me reuní con unas vecinas para comer y tomar un poco de vino. Cuando regresé, mi hijo me puso al tanto de lo que había ocurrido -dijo Esther, la esposa de Héctor.